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Muchas veces queremos ayudar a otros

¿Por qué sucede esto?


Por el estado mental emocional en el que nosotros, los ayudadores, estamos. 
Te has preguntado sincera, honesta y meditativamente, ¿para qué quieres ayudarle? ¿Desde qué premisas sale tu interés en ayudarle? ¿En dónde estás parado en términos de pensamientos y emociones?

Revisa si tu impulso de ayudarle a otro sale de una mirada que baja. Cuando miras al otro como pobrecito, como incapaz, como desvalido, tan de mala suerte, ¿qué te provoca hacer? O, mejor dicho, ¿qué haces?

Y si lo miras como una persona capaz de resolver su vida, ¿qué harías?

La mayoría de las veces la mejor manera de ayudarle al otro es con una compañía amorosa y reflexiva. Nadie es más experto y sabio en su propia vida que el que vive en ese cuerpo. Los demás somos observadores, actores, que sólo suponemos las batallas internas de ese otro que tanto queremos ayudar. Suponemos desde nuestra propia realidad. Desde nuestro cuero. 

La mejor ayuda es acompañar con amor y reflexión, desde una mirada hacia el otro como una persona grande y capaz para resolver su vida. 

Cuando nos paramos en el amor y en el empoderamiento nos surgen las mejores ideas. 

Dana Benarroch V. 

Y nos estrellamos..

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