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           ¿Qué es felicidad en tiempos de incertidumbre?

Por: Dana Benarroch

Publicado: Marzo 2020

Recibir una llamada de un amigo en el que pensamos, preparar una receta en familia, abrazar a nuestros hijos, reunirse para comer con los amigos del colegio o escuchar una canción con el mensaje justo para el momento que estamos viviendo. Estos son ejemplos simples de situaciones cotidianas que pueden pasar a todos en ciertos momentos y nos hablan de una conexión entre nuestros pensamientos y nuestro cuerpo. Entre el mundo inmaterial y el físico. También hacen referencia a las relaciones que tenemos con otros. Ser conscientes de estos elementos es vital en este momento en el que millones de personas estamos en nuestras casas y tenemos tal vez menos distracciones y un poco más de tiempo para reflexionar sobre lo que ocurre afuera y dentro de nosotros mismos.

 

Desde la Ciencia de la Felicidad sabemos que el sistema de salud humano es un sistema integral. Que felicidad es lo mismo que bienestar integral. En una conversación entre el Dr. Tal Ben Shahar y el Dr. Martin Seligman ambos hablaron sobre la forma en que la medicina y la psicología occidental han decapitado al ser humano. Una ha mirado del cuello para abajo y la otra del cuello para arriba.

 

La salud o bienestar integral habla de la interdependencia entre lo que pensamos, lo que sentimos y el cuerpo físico. Toda enfermedad, aunque tenga herencia genética, tiene detonadores físicos que se encuentran en el entorno de la célula. La epigenética (una rama de las neurociencias) demuestra que el entorno de una célula es el responsable de activar o desactivar, incluso cambiar, la información genética.

 

¿Y qué hay en el entorno de una célula? Sustancias químicas (proteínas, hormonas, entre otros) derivadas de varias fuentes: de los pensamientos, de las emociones, de la alimentación, de los hábitos comportamentales, de las decisiones, del ejercicio físico. Sí, de los pensamientos. Los pensamientos son impulsos eléctricos que le envían una señal (frecuencia eléctrica que se evidencia en un encefalograma) al hipotálamo, y éste segrega un cóctel de hormonas que inmediatamente se distribuyen a través del sistema circulatorio, linfático, nervioso y digestivo por todo el organismo. Si todos los días y durante varias veces tienes pensamientos de baja vibración, (miedo, ansiedad, enojo, rabia, frustración, impotencia, tristeza, aburrición, críticas, juicios…) entonces esas emociones se convertirán en tu hábito, en tu estado de ánimo subconsciente.

 

Y cualquier cosa te servirá para volver a vibrar en ellas.  Tu células “comerán” lo que haya en su entorno. Y si a esos estados de ánimo bajos le sumas comportamientos de escaso autocuidado como alimentación poco saludable, poco ejercicio físico, decisiones que te hacen sentir peor, distanciamiento con tus seres queridos y amigos, darás fuerza al entorno tóxico de tus células.

 

Y al intoxicarlas tan seguido estás confundiendo la información genética que traen. En los genes está la información de lo que ellas deben hacer para mantener la salud del cuerpo. Pero necesitan de un entorno saludable para lograrlo. Y el estrés crónico, las emociones no placenteras crónicas, no les permiten tener espacio y tiempo suficiente para volver a su homeóstasis, a su equilibrio o estado natural de salud.

 

Por eso es que se relacionan las enfermedades con las emociones. Se dice en las esferas de la medicina integrativa que las enfermedades de los pulmones y vías respiratorias tienen relación con tristeza y soledad.

 

Un maestro en tiempos de soledad

 

Entonces, ¿qué relación podemos encontrar entre el "maestro evolutivo" (así es como el Dr. Jorge Carvajal le está diciendo al coronavirus) y el habitual modo de vivir de la mayoría de las personas del mundo?

 

Este "maestro evolutivo" nos ha encerrado en las casas. Unos solos y otros con las familias. Nos paró en seco el modo frenético de vivir.

 

Según Harvard, en su investigación de más de 78 años, el predictor #1 de Felicidad (entiéndase Bienestar Integral) son las relaciones significativas, aquellas con las que podemos contar con alguien, con las que sentimos conexión, cercanía, calidez, amor.

 

Estar juntos en un mismo espacio no significa que hay compañía, afecto, cuidado, conexión. Se puede sentir soledad.

 

No ver, escuchar y validar profundamente al otro, no es conexión, es soledad.

 

Tener que competir con el otro para sobrevivir nos hace vivir como en una selva, sálvese quien pueda, eso se siente como soledad.

 

Aventajarse de la debilidad o ignorancia del otro, no es cuidar del otro, es soledad.

 

Abusar del poder, es soledad.

 

El canibalismo económico, es soledad.

 

El juicio y la discriminación de género, racial, religiosa, política es soledad.

 

Esa soledad del alma, profunda y subconsciente, genera más tristeza profunda.

 

Entonces, llega el "maestro redentor": el Coronavirus. Y frente a semejante amenaza de vida nos encierra. Unos solos. Otros con la familia. Para que limpiemos no sólo la casa y la ropa, sino la mente, los pensamientos, las emociones, las historias compartidas, el cuerpo y el alma.

 

Cuando las personas sienten tranquilidad económica y armonía en sus relaciones florece lo mejor que hay en ellas. Usualmente vemos solidaridad, cercanía, amor, calidez, cuidado. Y también cuando nos vemos en medio de una pandemia mundial. Estamos viendo en todo el mundo cómo se incrementó la solidaridad, la compasión, la cercanía, la calidez y el amor. En situaciones de alto riesgo por sobrevivir, el corazón florece también.

 

Cuando todo esto termine, ¿Cómo vas a seguir siendo? ¿Cuál va a ser tu estado de ser? ¿Qué hábitos de pensamientos y emociones quieres evolucionar? ¿Cómo vas a evolucionar tus relaciones - recuerda que aquella que tenemos con nosotros mismos es la principal-?  Nos encerró el "maestro" por un corto tiempo para que limpiemos, sanemos y reflexionemos. Para que entendamos que la vida de cada uno está en las manos del otro. Que somos un sistema mucho más interdependiente e interconectado de lo que creíamos. Y que la felicidad no es un suceso esporádico ni una emoción fugaz sino un bienestar integral donde las relaciones que tenemos con otros son vitales, protagonistas.

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